Mientras parte de la ciudad de La Paz tiene sed, la ladera Oeste no siente la escasez. En Cotahuma, frontera entre la sede de Gobierno y El Alto, más de 30 cooperativas distribuyen el agua desde hace décadas mediante un sistema comunitario que aprovecha las abundantes vertientes. Ni EPSAS ni la comuna norman ese servicio y sin embargo un orden interno organiza a los socios; lo que no garantiza la calidad del líquido.
"Cuando era chico, era tarea obligada de todos los ch’itis acarrear los baldes de agua desde las vertientes que siempre ha habido aquí. Por eso se llama Cotahuma ("lago de agua” en aymara). El agua chorreaba nomás y antes había hasta pescados en los pozos. Pero a las laderas nadie nos atendía y por eso han aparecido las cooperativas”, cuenta don Alejandro Silvestre, vecino de Cotahuma Bajo, desde hace más de 60 años.
Cuando llegó de Batallas con su familia él era un niño; y la ladera, apenas un conjunto de casitas que se amontonaban una sobre otra sin orden, ni calles, ni servicios. "La Paz estaba lejos y El Alto era campo”, recuerda.
Barrio de vertientes
La abundancia del agua, que aparentemente llega por filtraciones del lago Titicaca y que atraviesa El Alto, ha sido tanto bendición como maldición para Cotahuma. Nunca faltó el recurso para la zona pero la humedad ha originado derrumbes fatales como el de 1996, que se llevó consigo barrios enteros. Los últimos fueron el año pasado, en Niño Kollo, cuando un alud destruyó parte de la entonces recién estrenada carretera, y semanas más tarde otro cobró la vida de una persona.
Esta inestabilidad de la ladera también fue causa de su desatención desde los 60. "Estas áreas no resultaban interesantes para las empresas de servicios públicos de agua y saneamiento, pues las características topográficas, la falta de vías de o caminos de acceso, entre otros aspectos, contribuían decididamente al encarecimiento de los costos de instalación de infraestructura inmobiliaria e hidráulica”, explica el sociólogo Víctor Hugo Perales Miranda en el estudio Agua y saneamiento autoconstruidos en La Paz.
En los 70, algunas familias hicieron una toma que captaba agua de una de las vertientes cercanas y, a través de cañería, llevaron el recurso a cada uno de sus hogares. Ese fue el inicio de las cooperativas de la zona que hoy superan la treintena.
"Actualmente tenemos unas 35 cooperativas en el macrodistrito. Ha crecido tanto la dotación de agua que ahora hay hasta 150 familias en cada cooperativa. Y se han organizado de tal forma que cada una tiene su propio directorio”, informa el subalcalde de Cotahuma, Fredy Mercado.
Nacido en la Tembladerani, Mercado asumió el cargo municipal tras años de dirigencia vecinal el 2015 con varias metas, entre ellas mejorar los servicios de Cotahuma, que presenta la mayor densidad del municipio y se ha convertido en frontera vital entre La Paz y El Alto. Los retos para su gestión son muchos, entre ellos, el agua y no por escasez.
"El municipio no tiene un ámbito jurídico que le permita ingresar en lo que son las cooperativas. En un momento determinado quisieron controlarlas EPSAS o Aguas del Illimani pero no les dejaron. Entonces, están tan bien organizadas que no permiten una intervención pública por eso nosotros vamos por la coordinación con estos comités y con las juntas de vecinos”, explica el edil.
Y añade que su subalcaldía, en coordinación con las secretarías municipales de Gestión Integral de Riesgos y Medio Ambiente, lleva adelante proyectos para sanear el agua en coordinación con las cooperativas que la distribuyen.
Autosuministro vecinal
A los pies de la montaña que sostiene al alteño Faro Murillo está la carretera Niño Kollo por la que no circula transporte público. Aledaña a esta vía, que aún muestra vestigios del derrumbe, está una enorme planicie de tierra donde una vez hubo una cancha de fútbol. Alrededor, cuatro tanques revestidos por cubos de cemento de los que salen cañerías negras y delgadas, como tentáculos de un pulpo. Cada depósito pertenece a una cooperativa distinta. Sólo en ese sector, hay siete.
"Nosotros nos organizamos entre los vecinos; hacemos trabajo comunal cada domingo para instalar las tomas y conexiones que van a llegar a las casas; es nuestro sacrificio para tener agua”, explica Rosario Chiquipa, secretaria de Hacienda de la cooperativa 25 de Mayo, asociación próxima a cumplir medio siglo.
Ese es el sistema de todas las demás cooperativas: los vecinos -que se autodenominan socios- construyen sus tanques y las cañerías que llevan el agua hasta sus casas. Pagan entre tres y cinco bolivianos al mes por el servicio. ¿Por qué alguien tendría que controlar su esfuerzo?
"Hemos tratado de que EPSAS se haga cargo y en muchos sectores ya no existen cooperativas” , dice el subalcalde. Pero EPSAS ahora tiene otras prioridades.
"Si hubiese una alianza estratégica, una intervención, tendríamos que atender las necesidades del servicio, lo que no está en las atribuciones municipales. Ahora estamos comprometidos en buscar el beneficio de todos”, recalca la autoridad edil.
Legalizar y sanear
Las alianzas entre el municipio y otras instituciones con los cooperativistas del agua han dado algunos frutos en miras a mejorar la calidad del líquido. Una de las prioridades sigue siendo la contaminación de las vertientes.
"Como Alcaldía hemos dado talleres de potabilización y más de un 80% de las cooperativas ya aplican cloro y otros métodos; pero aún hay agua contaminada que llega a las casas”, explica Rubén Callisaya Conde, funcionario municipal y exdirigente de la cooperativa Las Nieves.
Callisaya impulsa desde hace años un proyecto de mejora de las cooperativas de Cotahuma. Como dirigente fue parte del Comité nacional creado en la Guerra del Agua de Cochabamba y conoce la situación de la ladera Oeste: "Hay filtraciones y aún se trabaja con instalaciones de hace 40 años. No todos los comités son legales y no se puede mejorar por negligencia de las autoridades. Urge un plan conjunto”, advierte.
Sólo el 50% de las cooperativas y comités de agua del sector tienen personería legal, corrobora Max Chacón, miembro del comité de vigilancia de Cotahuma y admite que se han detectado niveles de contaminación en el líquido de algunos estanques.
En 2014, un estudio de la Red Hábitat estableció la presencia de coliformes y E. Coli en el agua de las cooperativas zonales. Además, el 42% de los comités que administran la distribución no hacía ningún tipo de tratamiento al líquido.
"Ya se ha capacitado la mitad de las cooperativas. Quieren mejorar porque no son de lucro sino de servicio para ellos mismos, para los propios vecinos”, asegura ahora Chacón.
"Si el agua estuviera contaminada ya habría desaparecido Cotahuma porque todos aquí la tomamos desde siempre”, dice Chiquipa y con ella coinciden los antiguos vecinos. "Al pasar por sedimentos, en su recorrido desde El Alto, el líquido se filtra y por eso es cristalino y eso es suficiente”, añade Callisaya.
"Las cooperativas con esfuerzo de los vecinos nos dan agua, no cobran caro. Ha sido nuestra solución porque nadie nos atendía. Las vamos a defender pero estamos dispuestos a compartir el agua que es regalo de Cotahuma”, sentencia don Alejandro.
Las cooperativas cobran Bs 3 al mes
Comités Según un informe de la Red Habitat de 2014, en las laderas de Cotahuma y Max Paredes hay 35 cooperativas y 17 comités que administran zonalmente las aguas .
Conexiones El estudio determina 4.616 conexiones de agua desde las vertientes hasta las viviendas: 3.360 en el macrodistrito Cotahuma y 1.256 en Max Paredes.
Costos Un factor por el que las familias optan por el servicio de cooperativas es el bajo costo del agua, que fluctúa entre tres y cinco bolivianos en Cotahuma y entre tres y 10 bolivianos en Max Paredes.
Calidad El 42% de las 52 cooperativas y comités que administran la distribución no hace ningún tipo de tratamiento al líquido, según el informe.
Sobre la avenida Julio Téllez, que lleva a Alto Tacagua, tan cercana a El Alto, la aridez de la montaña se colorea. Prendas, frazadas y alfombras cuelgan al lado de las lavanderías ediles repletas de usuarios que aprovechan el agua de las vertientes.
"Hay gente a toda hora, incluso en la noche, porque es un servicio abierto y tradicional para todos sin restricción”, explica el subalcalde de Cotahuma, Freddy Mercado.
Su dependencia, en coordinación con las secretarías ediles de Medio Ambiente y Gestión de Riesgos, implementa la primera prueba piloto de lavanderías en Kenanpata. "El agua de las vertientes se echa a perder, va a las cunetas y a las bóvedas. Los que aprovechan son los lavadores de autos pero ellos no cuidan el ambiente”, explica Mercado.
A las 11:00 de un día de semana, pese a la lluvia, hay parejas, familias y decenas de lavanderas que hacen su trabajo en las instalaciones ediles de Niño Kollo. Pagan tres bolivianos por carga de ropa a una dirigente vecinal; ellas cobran seis bolivianos la docena a intermediarios que a su vez cobran 12.
"Yo hace años vengo para lavar ajeno, de eso vivo. Antes no había lavandería, a las vertientes íbamos. Una amiga tengo, que habla con las señoras”, cuenta doña Carmela que a diferencia de sus compañeras no usa guantes. "Ya no me acostumbro” dice y sus manos arrugadas y expertas lo confirman.
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