Se considera que una persona requiere en promedio de por lo menos dos mil metros cúbicos de agua por año para su bienestar humano y desarrollo sustentable; pero quienes viven en tierras secas tienen acceso a mil 300 metros cúbicos. Esta es una de las razones por la cual quienes viven en zonas áridas son de lo más pobres.
El agua dulce es renovable y de ello depende la continuidad del sano funcionamiento de los ecosistemas. Alrededor del 70 por ciento del vital líquido está disponible
de forma global en el suelo y es accesible a plantas.
Solo el 11 por ciento es agua superficial y subterránea.
De toda el agua en el mundo el 2 por ciento es dulce, y de esa cantidad se utiliza menos del 1 por ciento para abastecer ecosistemas y a la humanidad.
Dentro de pocos días se
celebrará el Día Mundial
de Lucha contra la Desertificación; esta fecha fue establecida en 1994 por la Asamblea General de las Nacionales Unidas en la Resolución 49/155.
El principal factor que incidió en la aprobación de esta resolución es una situación alarmante que la humanidad está viviendo: la explotación insostenible de los recursos hídricos, que causa graves daños ambientales, incluidos
la contaminación química, la salinización y el agotamiento de las zonas acuíferas debido a la pérdida de la cubierta vegetal, causada por los incendios forestales.
“Sin una solución a largo plazo, la desertificación
y la degradación de las tierras no solo afectarán el suministro de alimentos, también propiciarán un aumento de las mi-graciones y pondrán
en peligro la estabilidad
de muchas naciones y regiones”, afirma el secretario general de la Organización de las Naciones Uni- das (ONU), Ban Ki-Moon
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