Sunday, March 26, 2017

Agua y bienes comunes


El 22 de marzo se celebró el Día Mundial del Agua, un evento muy significativo en especial para muchos paceños que tuvimos que enfrentar, a partir de noviembre, un fuerte racionamiento de agua potable, no solo debido a un desastre natural como la sequía, sino un desastre de gestión pública como la de EPSAS. Las lecciones aprendidas que sacamos los vecinos fue de un mejor uso diario del agua potable en nuestras necesidades intercambiando varios tips para ahorrar en nuestro consumo, así como un mejor uso del agua de lluvia con ingeniosos mecanismos aprendidos para respetar un "bien común” como es el agua con respuestas de la comunidad.

Acostumbrado a examinar los informes sobre la economía mundial, puesto que los economistas consideramos que esos temas son los más urgentes, me tropecé con un "Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos de las Naciones Unidas 2017”.

Ahí me enteré de varios temas. En primer lugar, que la demanda de agua ha aumentado y continuará haciéndolo en las próximas décadas y eso lo observamos en las principales ciudades de Bolivia, aunque no hay un estudio ni una estimación. La acelerada urbanización es la causa principal y también que las grandes construcciones son muy intensivas en el recurso agua. A nivel mundial, el informe prevé grandes aumentos en la demanda de agua, en particular para la industria y la producción de energía.

En segundo lugar, y como consuelo de tontos, el Informe de Naciones Unidas señala que dos tercios de la población mundial vive actualmente en áreas que experimentan escasez de agua al menos un mes al año y que el cambio climático, que no es un mito ni amenaza sino una realidad, es otro de los grandes culpables, puesto que exacerbará la frecuencia y la gravedad de las inundaciones y las sequías. A esto hay que sumarle la elevada contaminación fruto del "extractivismo a todo dar” que afecta a un tercio de los ríos de América Latina, África y Asia.

En tercer lugar, frente a un recurso finito como es el agua dulce y su contaminación acelerada, a medida que crece la demanda global de agua la cantidad de aguas residuales producidas y su carga global de contaminación aumentan en todo el mundo. Y ahí está una parte de la solución del problema, puesto que más del 80% de las aguas residuales de todo el mundo se liberan en el medio ambiente sin tratamiento, como se observa en el gráfico.

Sólo un 38% del consumo del agua se origina en la agricultura y el resto se libera en el medio ambiente como aguas residuales en forma de afluentes municipales e industriales y agua de drenaje agrícola.

El informe señala que "por término medio, los países ricos tratan aproximadamente el 70% de las aguas residuales que generan, mientras que dicha proporción se reduce al 38% en los países con rentas medio-altas y al 28% en los países con rentas medio-bajas. En los países pobres solo recibe algún tipo de tratamiento el 8% de las aguas residuales industriales y municipales”. En el caso de Bolivia me atrevo a señalar que estamos en torno a ese 8%, salvo información que rechace esta hipótesis.

El hecho es que la mejora en la gestión de aguas residuales genera beneficios sociales, ambientales y económicos esenciales para lograr el desarrollo sustentable.

El gran problema es que desde los años 70 se ha ido hablando del concepto de Desarrollo Sustentable.

La Conferencia de las Naciones Unidas de 1972 lo define como un desarrollo justo: aquel cuyo objetivo básico consistiera en utilizar los recursos naturales para la satisfacción de las necesidades del hombre, asegurando al mismo tiempo la mejora de la calidad de vida de las generaciones actuales y futuras.

Desde entonces se han ido acuñando diversos conceptos y términos para tratar el mismo problema. La reivindicación de un nuevo modelo de economía verde renació en el 2009, cuando el PNUMA encargó el Nuevo Acuerdo Verde Global, no como alternativa al concepto de desarrollo sostenible, sino como una evolución coherente con las dimensiones: económica, social y ambiental. La economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza fue el tema central durante las preparaciones para Río + 20, "El futuro que queremos”.

Deberíamos decir "el presente que no queremos” y empezar a aplicar seriamente políticas públicas para convivir bien con la naturaleza.

*El autor es economista y expresidente del Banco Central de Bolivia.


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