Friday, December 30, 2016

El agua dulce potable debería ser un bien libre

El negocio del agua dulce “potable” pone en tela de juicio la racionalidad y, por ende, la educación para su consumo por parte de los habitantes de Cochabamba.

El agua debería ser un bien libre, pero se vuelve económico debido al crecimiento poblacional no planificado y a la irracionalidad que se da en su uso.

En las interacciones socioeconómicas, políticas y ecológicas, que son parte de la problemática capitalizada del agua, tenemos negocios y empresas que interactúan buscando soluciones segmentadas a la escasez. Para explicarnos, tenemos el Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (Semapa), y cooperativas de agua que con sus pozos perforados, bombas y tanques elevados colocan el precio al consumo entre sus vecinos, resaltando deficiencias de potabilidad, carencia de auditorías y evasión fiscal.

Las industrias dedicadas a la producción y venta de tuberías plásticas y accesorios hacen dinero. Asimismo, las empresas que promueven la construcción de tanques elevados y subterráneos que mueven la industria de la ferretería y la pintura destacando el trabajo de albañiles, plomeros y pintores en el cometido, sin desmerecer la labor de los ingenieros o especialistas que en menor porcentaje son requeridos.

Los productores de tanques plásticos y vendedores de bombas con distintas capacidades mueven la economía del agua.

La venta del agua en botellón tiene segmentos de mercado con precios diferenciados, en función de costos y manejo de los filtros, específicamente hablando. Es decir, en la zona norte, con edificios o departamentos, el valor del botellón es de 14 bolivianos y en el centro de 12. Se cobra la subida del botellón porque la mayoría de los edificios no tiene ascensor.

En las zonas alejadas, el turril de agua tiene aceptación de las cisternas. Hasta hace dos meses, con un precio de 4 bolivianos, y hoy fluctúa entre 7 y 9 bolivianos, ratificando su consumo de los que tienen mayor nivel de ingreso, pese a la especulación y cuestionada calidad del producto.

En la economía del agua no existe regulación pertinente. Si las autoridades hablan de reglas, se demuestra ínfimo nivel de control, en detrimento de la economía popular paupérrima que logra paliativos bajo el concepto de cooperativismo, que permite encaminar consumo de supervivencia con cuestionada calidad e incremento de los casos de morbi-mortalidad poblacional.

En nuestro medio existen empresas que importan material vinculado a la gestión del agua, siendo interesante observar que no contamos con laboratorios químicos que produzcan cloro en cantidades grandes para potabilizar el agua en función de la demanda, importamos y los ritmos no son constantes, además de tener una economía de filtración. Tenemos que aprender a producir y encaminar una cadena de distribución y comercialización que fomente la industria, calidad y a bajos costos. Reiteramos, requerimos una nueva ley para el manejo de las aguas que evite el enriquecimiento ilícito de los agentes ilegales que trafican con el agua y juegan con la salud del pueblo.

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