Monday, February 3, 2014

Arnaldo Lijerón Casanovas: “El desmonte y los caminos aumentan el golpe del agua”

Las grandes inundaciones en Beni tienen una explicación milenaria. Así lo explica el investigador Arnaldo Lijerón en una entrevista con EL DEBER desde Trinidad. Históricamente ¿cómo ha sido el comportamiento de los ríos en Beni?

Por la geografía de nuestro país, el Beni es una cuenca inmensa por donde escurren todas las aguas que caen en las cordilleras Oriental y Occidental, y el precámbrico brasileño. Esto significa que, históricamente, esta región ha soportado las inundaciones desde que la topografía del país quedó definida como hoy. La mitad del año en sequía y la otra mitad, en plena inundación.

Esto hizo que nuestros antepasados, antes de Cristo, hicieran un importantísimo complejo de obras hidráulicas: lomas, terraplenes, lagunas y camellones agrícolas en todo el departamento. Eso duró hasta un milenio después de Cristo, pero lamentablemente ese dominio hidráulico o control de las aguas ya no continuó después.

Cuando viene la colonización española, el hombre de Moxos ya no hizo esa agricultura hidráulica; se dedicó al roce, tumbe y quema para una agricultura de sobrevivencia. Hubo un cambio radical en la relación del hombre con el medioambiente. Desde entonces, Trinidad y todo el entorno han recibido las grandes inundaciones como hoy.

El hombre ancestral concebía como una bendición de Dios las inundaciones, porque eso hacía andar su sistema hidráulico para la producción, pero hoy esas aguas son un flagelo.

Entonces, ¿incidió mucho la forma de manejar la tierra?

Donde más incide es en las tierras altas, en el pie de monte, por el Isiboro Sécure, donde hay una deforestación intensiva para cultivos de coca y eso repercute negativamente pues la masa de agua viene y produce rebalses con mucha intensidad en Beni. Desde 2008 tuvimos tres grandes inundaciones que no se habían visto en mucho tiempo, sobre todo por la frecuencia.

Pero Beni también es una zona baja.

Las zonas que están cerca a los ríos son las que más sufren las inundaciones. Felizmente Trinidad tiene un anillo de circunvalación y otras obras hidráulicas que más o menos la están protegiendo. Pero fuera de ese anillo y ese terraplén, todo lo demás se vuelve un mar mediterráneo. Esa es la realidad de cada año.

¿Y qué pasa en la zona de Rurrenabaque y Reyes?

Allá está la cuenca del río Beni y de otros afluentes, entonces las aguas que vienen de la cordillera Occidental causan un golpe dramático que se acentúa con las intensas lluvias en la región.

¿Qué otras cosas inciden para que haya las riadas?

Los caminos que se están construyendo hace unas décadas, como los que atraviesan Trinidad, San Ignacio y San Borja, son como un retén o dique de agua porque no tienen la suficiente cantidad de puentes u obras hidráulicas para que en todo ese trayecto las aguas puedan correr con mayor fluidez.

¿Qué se puede esperar en el futuro?

En la medida en que nuestras vías camineras se constituyan en una especie de freno, porque no tienen las suficientes alcantarillas y puentes, podemos esperar mayores problemas en las comunidades ribereñas y la cuenca del Mamoré, y con mayor incidencia afectará a la ganadería ribereña.

¿Qué se debería hacer?

Para que las secuelas no sean tan negativas, las obras viales que cruzan transversalmente los ríos deben realizarse considerando los cursos de agua, las corrientes fluviales y los golpes de agua. Por ejemplo, el camino Trinidad-San Ignacio, que ya fue licitado, tiene que tener la cantidad suficiente de puentes para que no sea un freno

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