Sunday, August 11, 2013

Según monitoreo, se superó la capacidad de las instalaciones

La planta de Puchukollo superó su capacidad de tratamiento de aguas servidas debido al crecimiento poblacional de El Alto, según un monitoreo hecho por la Liga de Defensa del Medio Ambiente (Lidema).

El coordinador departamental de Lidema, Elvis Véliz, dijo que la falta de políticas de prevención es otra de las razones para este problema.

“La población ha crecido extremadamente sin acompañamiento de una planificación previa. No se pensó en mejorar los servicios a los vecinos, como por ejemplo pensar en prever que gocen de agua potable”, explicó el agrónomo.

Página Siete intentó comunicarse, cuando realizaba esta nota, con representantes de la Empresa Pública Social de Agua y Saneamiento (EPSAS) para conocer su versión. Se envío un cuestionario que tampoco fue respondido.

Un análisis de las aguas residuales del Puchukollo realizado por el Viceministerio de Agua Potable y Saneamiento Básico revela que las aguas están contaminadas con mercurio, plomo, arsénico, cromo, fósforo y cromo hexavalente, entre otros. El especialista agregó que estos tóxicos se deben a los residuos de los mataderos clandestinos, fábricas y minas de la zona.

Véliz aseveró que es necesario separar las aguas servidas de las industriales. “Las industrias descargan sus tóxicos a las mismas aguas domésticas, son aguas que no deberían ser tratadas por la planta de Puchukollo”, indicó.

Recomendó que se construyan plantas de aguas residuales en cada distrito de El Alto.

La municipalidad alteña se comprometió en octubre de 2010 a construir otra planta de tratamiento en la zona Tacachira, ubicada en el distrito 7, con el financiamiento de la Corporación Andina de Fomento (CAF); sin embargo, ante la oposición de los vecinos no se la ha edificado.

“Se viene anunciando que se va a construir esa planta pero hasta el momento no hay nada, hay una falta de gestión en la ejecución de este proyecto”, dijo el agrónomo.

Norma

La Ley de Medio Ambiente 1333, promulgada el 27 de abril de 1992, hace una clasificación del agua según su aptitud de uso.

Según el especialista, estas aguas son del tipo D, es decir que no deberían ser utilizadas por la población para el riego de hortalizas y el consumo del ganado.

Ante esta situación, los medioambientalistas de Reacción Climática se declaran en alarma ante las “terribles” consecuencias que puede sufrir la población en el futuro.

Mirna Fernández, ingeniera ambiental e integrante de esta agrupación, indicó que se está promoviendo la participación de la población para plantear soluciones a este problema.

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